Mis documentos / Merluza Juárez
En algunas tertulias y aulas universitarias se vuelve a hablar de Elías Castelnuovo. Este llegó a ser el epítome, en la Argentina, del mal gusto, la mala literatura, el mal vivir, de todos los males, gracias al éxito de la operación Sur. Hoy se lee otra cosa: el naturalismo inverosímil y clínico, positivista y analfabeto de Castelnuovo ha devenido una escritura radical. Bien: bajo el acápite “vorágine realista”, Luis Alberto Juárez, en un libro en cuya tapa se lee simplemente Cuentos, retoma y quizá extenúa la apuesta del viejo boedista utilizando sus mismos recursos y unos pocos propios: explicitación, inferiorización, exageración, sumándoles el sobrentendido y la alusión del habla porteña; historias de amor, locura y muerte en el conurbano bonaerense; un populismo socializante al borde del pauperismo evangélico; en cuanto al estilo, quien todavía crea que Arlt escribía mal tendrá un soponcio al enfrentarse con este libro. El horror sintáctico, ortográfico y de puntuación es la superficie inocultable de los textos de Juárez, a tal punto que con frecuencia hay que leer tres veces una oración para descular su sentido. Esto no opaca, sino que destaca sus genuinas dotes: una capacidad de observación y escucha como no se halla en la narrativa que de joven tiene poco, un manejo del humor desenfadado en un contexto de oscuridad extrema, una trascripción acertada del habla lumpen y psicótica, una rotundidad del grafo que graba escenas y personajes que pertenecen a un mundo ficcional entre el grotesco y el Grand Guignol. Todo esto confluye en una suma de pequeños relatos contados por la voz del rumor, el chisme y la conjetura paranoica, de tal modo que, como en Castelnuovo, importan menos el documento o la denuncia que la exposición horrible de la gran conjura de todos contra todos.
Alejandro Rubio
PUBLICADO EN AGOSTO DE 2008.
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