Juan Terranova / Mi nombre es Rufus

24Nov10

La cuarta novela de Juan Terranova podría interesar, a primera vista, a quienes no suelen detenerse en la sección de “libros”: su tema es el punk argentino de los noventa. El narrador en primera persona es el guitarrista rítmico de una banda llamada Birmania, que atraviesa el ciclo de todas las bandas punk, las bandas no punk (salvo los Stones) y las cosas en general: nacimiento, desarrollo y disolución. La novela está compuesta de este modo: a) devenir de Birmania: formación, ensayos, primeros recitales, grabaciones, giras por el interior, presentación en Obras, lento declive, final; b) teorizaciones sobre la esencia del punk y del rock en general (casi todas lugares comunes); c) explicaciones del narrador sobre la técnica de la guitarra rítmica; d) citas de rockeros famosos (muchas); e) menciones de discos de los noventa, con listas de temas y poco más; lateralmente, flashes del padre peronista y tanguero del narrador y de alguna relación romántica. Esta composición está dividida en cinco secciones formadas por breves parágrafos numerados, frecuentemente de una sola frase. La frase, a su vez, suele ser brevísima, respetando el esquema sujeto-verbo-objeto casi a pies juntillas, con pocos adjetivos y adverbios de modo y una notable reluctancia ante las comas. Una pobreza acojonante, de auténtico rockero del Tercer Mundo. Pero ésta es una novela sobre el punk, no una novela punk: el narrador es demasiado lúcido e informativo en su uso del lenguaje para eso, ya que se refiere retrospectivamente a su juventud pasada desde un presente de “mocasines marrones”, dice la contratapa. Su habla semeja un batido de reportajes a rockeros varios: la misma coloquialidad domesticada y a la vez un miedo enorme a meter la pata. Sólo al final el estilo se suelta un poco y nos regala enunciados de melancolía rabiosa urbana a la manera de Fabián Casas o Santiago Llach, ya no se sabe. El problema narrativo de este tipo de textos es que ignoran el concepto de intriga: jamás importa mucho qué pasa, qué ha pasado o qué va a pasar. Así, la novela no se aleja de un electroencefalograma plano, salvo por las declaraciones heroicas del cantante-poeta y por alguna mención a la tensión recurrente entre juventud rockera y juventud politizada. Éste es el contenido manifiesto de este libro. Pero también puede leerse, poco sorprendentemente, como un texto sobre la poética narrativa de Terranova y muchos de sus compañeros de generación: “hacelo simple”, es la divisa del guitarrista-narrador. Esta esforzada búsqueda de la sencillez, que, como decía Borges, no es nada, es lo que hace al libro tan legible y tan intrascendente en su minimalismo prudente y medroso. Con todo, el autor de la contratapa cumple su promesa: Mi nombre es Rufus se lee de un tirón.

Alejandro Rubio

Interzona. 136 páginas.

PUBLICADO EN JULIO DE 2008.

 



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