Pablo Katchadjian / Qué hacer
Pablo Katchadjian escribió una buena novela de surrealismo ortodoxo. Se llama Qué hacer y el autor lo tiene clarísimo: hay que optar, en todos los planos formales, por la salida más extremadamente surrealista. En primer lugar, los procedimientos literarios básicos del libro son la asociación, la variación y la condensación: barcos que son a la vez universidades, momias que se transforman en trapos viejos, etcétera. En segundo lugar, la estructura de los capítulos no obedece al avance de la trama narrativa, sino que emula directamente el funcionamiento onírico: además de las repeticiones y desplazamientos, los personajes razonan como en sueños, tienen certezas inexplicables sobre la situación en que están sumidos, cambian de escenario a cada instante y hasta sufren momentos de censura. En tercer lugar, la narración corre a máxima velocidad, como si tuviera que apurarse para no olvidar ningún detalle del sueño e ignorando, como corresponde, la lógica causal del estado de vigilia. En cuarto lugar, la combinatoria formal reproduce eficazmente dos afectos básicos del surrealismo: el misterio y el humor. Katchadjian es tan ortodoxo que hasta homenajea el vínculo histórico de los surrealistas con el comunismo, no sólo a través del título, alusión directa a Lenin, sino también por la aparición repetida del Che… Mediante este sistema implacable, Katchadjian logra aquello que los lectores suelen echar de menos en gran parte de la narrativa actual: frases buenas, es decir, frases raras, desconocidas. Por medio de la paradoja, la hipérbole (“Sé que está hablando sobre una isla en la que, según dice, estaría todo”), entre otras figuras retóricas, Katchadjian demuestra que solamente una postura extremista puede sobrevivir en el tiempo o, menos enormemente, producir un buen texto literario, distinto de tantas novelas tibias, tristes y traducibles que sólo honran su propia genuflexión cultural.
Damián Selci
Bajo la luna. 96 páginas.
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La novela es genial; vertiginosa, de un ritmo implacable y llena de ideas. «Tenemos ganas de hacer varias cosas, pero la posibilidad de hacerlas mal hace que no nos movamos. En el medio de la cantina hay una vieja que canta; la melodía es horrible, y la letra dice: si bien casi todo sale siempre mal/ la posibilidad de que por casualidad hagamos algo bien/ hace que valga la pena moverse». Esa frase resume para mi una doble experiencia.