Gabriel Reches / La caja

23Oct10

La relación con el padre –en la mayoría de los casos, su reconstrucción a partir de la pérdida– ha sido y es uno de los temas centrales de la literatura. La primera novela de Gabriel Reches –su primer libro de narrativa, luego de un extenso recorrido poético– ha elegido también ese vínculo, pero asimismo ha preferido contarlo no tanto a través de diversos ejes de conflicto, ni siquiera a través de lo sentimental, sino casi en el otro extremo: por omisión. El Ruso pierde a su padre a los doce años, de manera absurda: atropellado por un camión recolector de basura. Y en adelante, es como si esa tragedia, ese ridículo que hace inverosímil lo cotidiano, volviera y volviera cada día como un estribillo pegajoso. Reches elige narrarlo situándose en el vacío: todo lo que su personaje no ha logrado, lo que no ha emprendido, lo que nunca tuvo sentido. Todo sucede a la vez, y sucede un millón de veces; como si el pasado cubriera con su manto la realidad, a la manera de una pesadilla, y la pusiera en duda. Esa sincronía, en última instancia, se quiebra cuando un nuevo hecho, todavía más absurdo, irrumpe. El hallazgo de un cadáver –otro muerto– lo sacude, y acaso sea un modo o una excusa para recomenzar, o comenzar en serio, su vida. Aunque lo concéntrico del texto –esa obsesión que vuelve una y otra vez– le brinde una intensidad poco común, al mismo tiempo hay algo anacrónico, desde la concepción y ejecución de la novela, que a cada rato parece desnudarla. Entre el ajuste de cuentas, la crítica social ligera, y una mezcla de registros que se halla más cómoda cuando se impone la matriz poética del autor, La caja es una novela que con frecuencia reniega de sí misma, pero que por momentos lo hace con un estilo, una altanería envidiable y, por qué no, conmovedora.